lunes, diciembre 07, 2009

Nos estamos poniendo conductuales



"Los neuróticos pasan la mitad del tiempo poniéndose trampas… y la otra mitad cayendo en ellas..."



….hace unos meses decidí renunciar al trabajo por unos cuantos motivos, entre los que se destacaba la necesidad de tiempo para cursar y poder preparar un par de materias.

En el plano de las fantasías, donde todo es posible y los deseos se cumplen, yo ya me había hecho un cronograma que cumpliría a rajatabla a lo largo del tiempo que transcurrió desde el día que dejé la empresa hasta hoy, cuando ya debería tener todo promocionado. Consistía en levantarme a la hora que entraba a trabajar (8 hs), desayunar, ir al gimnasio, volver 10.30 hs, estudiar un rato, almorzar, estudiar otro rato, quizás echarme una siestita para levantarme fresquito e irme para la facultad, de la que volvería pasaditas las 00 hs para cenar e ir a dormir, para comenzar de nuevo, luego de poco más de siete horas de descanso. Los viernes que no cursara los iba a usar para ir al gimnasio a la tarde y dedicar la mañana a realizar los distintos trámites que fuera necesario. Siguiendo esta rutina, claramente iba a estar al día con los textos y los tp’s, razón por la que no iba a ser necesario estudiar tooooodas las mañanas y tardes. Así, podría ir manejándo los ratos como para tener un poco de vida social en la semana, además de las noches de los viernes y sábados.
Para fines de noviembre tendría las materias adentro y los días los dedicaría, de lleno, a darme todo tipo de gustos y organizar mis vacaciones. Vuelto de ellas no se sabe cuándo (es lo único que se mantiene igual), comenzaría a buscar trabajo nuevamente, pero en algo cuya jornada no fuera tan larga como la que estaba dejando y no agotara tanto mentalmente.

Era redondo.

Pero hoy lo único que está redondo soy yo: gordo, fofo, preparando un final y viendo a mis amigos cada muerte de Papa (que, como hay de a uno solo, mueren más espaciado que los obispos, que quizás son muchos más y cualquiera la puede quedar en cualquier momento). Fallé en TODO, y me frustra, un toque.

Hacía ya un par de años que venía en franca levantada (no cuesta arriba, eh, lo que marcaría una misma dirección, pero transmite otro mensaje). Pero esta experiencia me demostró que, si bien odio la rutina, necesito que algo externo me organice. Necesito disciplina… Eso, o un acompañante terapéutico, je.


La cuestión es que me desparramé cuando dejé de trabajar. Comprobé que el tiempo no es chicle y no te espera si no estás preparado. Reconozco que soy hijo del rigor, me desenvuelvo bien en situaciones límite y bajo los efectos de la adrenalina. Lo supe siempre, y jugué con ese as abajo de la manga (porque ando con mangas largas en verano yo...) durante estos meses. Pero no tuve en cuenta los imponderables, que me jodieron la existencia. Así, no fui al gimnasio, ni salí a correr (que era la alternativa), no promocioné las tres materias y gasto mucho tiempo echándome culpas y autoflagelándome por todo lo que no hice y me prometí que haría.

Todo esto me lleva a tener que ser más pragmático.
Tengo un problema que me incomoda horrores y debo cortar de raíz.
Hay que erradicar el virus de la paja, de la sobreadaptación, de la comodidad, del narcisismo, de la protección (sí, es el mismo que infecta de todo eso). Y no hay tiempo para diván…se necesitan soluciones urgentes.
Cuando les cuente de lo que se trata se me van a cagar de risa…




1 comentario:

Lud dijo...

Lu... Varias cosas para escribir al respecto, pero sólo 2 por este medio.

En primer lugar, los cronogramas están hechos para no cumplirse. Tener todo tan perfectamente organizado, al menos en mi caso, me hace suponer que cuento con muuucho tiempo, entonces, termino dejando toodo para más tarde.

En segundo lugar, estamos acostumbrados a hacer las cosas bajo presión. Por lo cual, si las fechas no están pisándonos los talones, seguimos creyendo que hay muucho tiempo (y ni te cuento si tenías un cronograma).

Por supuesto, que esto no se aplica sólo a lo académico/laboral. En otro momento hablaremos lo demás, me encantaría saber de qué me voy a reir tanto...

Besote!