jueves, enero 07, 2010

La vida es como una caja de chocolates...



Habiendo sido el primer día en la semana cuyo clima lo permitió, ayer salí a correr junto con mi hermano y mi amigo personal El Gordo Mariano (ese es el nombre que figura en el documento, creo).
Ya desde antes de salir de casa, los comencé a pinchar para que sean considerados para con mi lastimoso estado físico. Que “hacemos quince cuadras y volvemos”, “si yo paro, ustedes me hacen el aguante”, “no me dejen tirado, no sean garcas” y demás frases por el estilo que se les ocurran que puedan ser de mi repertorio…

El tema es que soporté, INCREÍBLEMENTE, toda la ida y bastante de la vuelta. Hasta que me quedé sin energía. Caminé una cuadra, cuadra y media, y retomé el ritmo. Para ese momento, ya tenía a los chicos a más de una cuadra de distancia.





En el recorrido, a nuestro regreso, tenemos que cruzar la Av. Gral. Paz por un túnel y, luego,  hacer un tramo por colectora, a contramano de los autos. Como no quería que me llevara puesto un 21 hasta Puente La Noria, tuve que subirme y correr un poco por el pasto, alto como cancha de fútbol brasileña. Casi tan malo como correr en arena seca.

Eran las últimas 3 cuadras. Con el paso cansino, casi marchando, de lo lento que iba. Con la boca bien abierta, respirando mal, tratando de capturar la mayor cantidad de aire disponible.

No hay nada peor en esa situación, cuando ya siento la satisfacción de estar casi en la ducha, pero a la vez pudiendo desmayarme en cualquier momento, (porque un tipo como yo suele exagerar mucho TODO, y 300 metros pueden ser casi eternos); cuando ya no inhalaba por la nariz, sino por la boca, agravado mi estado por la capacidad de mis castigados pulmones muy limitada… decía, no hay nada peor en esa situación que la sensación de ahogo adicional que provoca el hecho de tragarme un mosquito. 




...nunca sabes qué te va a tocar.





No hay comentarios: