martes, abril 13, 2010

Piove...

Amo la lluvia cuando es como la que cayó hoy durante todo el día.
Ni muy muy, ni tan tan.
Cae constante, pero sin prisa, sin pausa.
No hay viento que arremoline y haga que la gente vire sus paraguas en todas direcciones, según el punto cardinal con el que se encapriche Eolo a cada rato.
No diluvia. 
No truena, así que tengo la tranquilidad de que mi perro no me va a romper la puerta de casa.
No se inunda Juan B. Justo. Y no se le va a hacer eterno el retorno a los hogares a los laburantes. No va a haber botes y buzos tácticos pintados de amarillo en Palermo y Belgrano.
No garúan esas gotitas tan frías y tan de mierda que son como agujitas que te van pinchando la paciencia.


Me encanta mi ciudad bajo el agua.
Se deja caminar. Y lo hice durante buen rato de la tarde. Buena terapia. 
No me importa estar un rato con la melena, la barba y las medias mojadas en clase. 
Me piso y arrastro el jean con gusto. 
Disfruto ver como los lentes de los anteojos se mojan, mientras hago que veo cómo no viene el 96 que me lleva a la facu.




(Lo que sí me molesta un poco, y trato de evitar, es que se me humedezcan y estropeen los bordes de las hojas de los libros y cuadernos. Es casi de lo único que me cuido. De eso, y de no estar muy cerca de la calle, que hay bastante hijoe’puta que se divierte empapando con agua y mugre, acumuladas en los cordones, a cuanto peatón encuentre desprevenido).

Sobre todo, me divierte encontrar gente en mi misma sintonía. Los reconozco por el fuerte contraste que se genera entre su sonrisa y la cara de ojete de la gran mayoría. Marchan con un andar que interpreto despreocupado (o resignado, pero para el caso aplica igual), acompasado y cabeceando al ritmo de lo que salga de sus auriculares. Porque es condición sine qua non, la música. 
Siento que me reconocen, también. Y los miro a los ojos, y me devuelven la mirada, muchos de ellos.


Los días de lluvia, como hoy, encuentro bastantes personas que, PREJUZGANDO ABSOLUTAMENTE, me caen bien. 

Y me siento un poco acompañado en mi mambo.